Es muy fácil confundir la socialización callejera, el incumplimiento de las reglas y la vida inconsecuente con actos de liberación, sobre todo al centro de un entorno conflictivo y doloroso. No obstante, Sofía descubrió que la libertad verdadera, en su caso, se conquista con perseverancia y resiliencia, tal vez la única forma para alcanzar una existencia ventajosa.
*Los nombres de esta historia han sido cambiados para proteger la identidad de los verdaderos protagonistas.
Los retos de una vida adulta son complejos en muchos sentidos. Diversas poblaciones de Santiago no escapan a una realidad social abrumadora que requiere de una lucha constante de cara a la adversidad. Por ello no es difícil imaginar que para los jóvenes que han carecido de afecto y una protección fundamental que surge en el seno familiar esas condiciones vitales se tornan aún más oscuras pues han de actuar como adultos sin las herramientas de maduración óptimas.
La historia personal, en ese sentido, no es distinta de esos esquemas para Sofía, quien desde muy pequeña se ha forjado en las calles de Maipú, particularmente en el sector de La Farfana. Ella creció y ha escrito su infancia bajo numerosos contextos, la mayoría adversos, como la vulnerabilidad, la extrema pobreza, la violencia intrafamiliar e incluso el microtráfico de drogas. Y, por sobre toda las cosas, víctima del abandono.
Aunque en rigor la madre no estaba ausente de casa, su influencia y guía eran casi nulas, tenía otras prioridades. Sofía, entonces, fue criada por su padre desde su nacimiento y creció junto a su hermano mayor. Los problemas mencionados, en medio de una relación conflictiva y violenta entre sus progenitores, fueron un patrón común que marcaron fuertemente a la pequeña, quien se vio obligada a forjar un carácter duro para sobrevivir, sin satisfacer los sentimientos de afecto que tanto se necesitan en esa etapa de la vida.
Los primeros recuerdos de la muchacha, y los más presentes en su adolescencia, son protagonizados por su padre. Él bebía alcohol en exceso y bajo los efectos etílicos venían reiterados conflictos que sostenía con su madre, para luego tenerlos con su hermano mayor. El nicho familiar, bajo ese contexto, era un infierno para la niña.
Resultó lógico que, ante dicho panorama, Sofía buscase refugio al exterior del hogar, donde la madre sólo atinaba a suponer que lo material era suficiente para demostrar todo el amor que una progenitora puede entregar. La mamá ignoraba que la contención y el afecto son las principales armas para poder combatir la desesperanza de una niña agobiada por su entorno familiar; y que si una persona carece de atención y cuidados desde temprana edad se crea una huella difícil de borrar al corto plazo.
Sin límites
Con aquellos antecedentes infantiles, era cuestión de tiempo para que Sofía iniciara la socialización callejera con los altos factores de riesgo que entraña. Pronto prefirió compartir buena parte del día con su grupo de pares en la calle, y perdió las ganas de retornar a su núcleo familiar, su principal gatillador de conflictos.
De ese modo, Sofía se sentía libre y la pasaba bien. Conversaba con gente que se identificaba. Llegó a pololear y experimentaba su vida sin límites ni normas, como único remedio para apaciguar sus sentimientos y emociones reales, que le laceraban.
Era, desde luego, una falsa libertad. De hecho, los factores de riesgo presentes y la “plenitud” que buscaba facilitaron su entrada al mundo del microtráfico de drogas junto a su pareja, lo que la llevó a una exposición creciente de situaciones de peligro.
Del decir a la práctica
Fue por ese entonces que la joven ingresó al Programa Salidas Alternativas Poniente, pero al principio sin el convencimiento necesario para cumplir su rehabilitación. Sofía manejaba un doble discurso. Por un lado, exponía su decisión para participar con disciplina en el programa, aunque por otro, en la práctica, no lo cumplía. Nada era como ella decía.
Al comienzo, la joven señalaba cumplir con el Programa. Pero la realidad es que pocas veces asistía a las entrevistas socioeducativas y no mostraba el empeño necesario para cambiar su situación.
Luego de diversas acciones de rescate, acordadas en conjunto con la Directora del Programa PSA Poniente, la joven comenzó a comprender la importancia del cumplimiento de la medida judicial decretada. Así también inició el ejercicio de entender las consecuencias de su vinculación con factores de riesgo, con la finalidad de encontrar y aplicar al mismo tiempo estrategias de cuidado que contribuyan a disminuir estos peligros a los que Sofía se exponía de forma continua.
Fue hasta ese momento que pudo observarse a Sofía conexionada en serio al Programa, y se distinguía ya en ella un compromiso ético y profesional con todo el equipo avocado en su ayuda.
La muchacha ya no faltaba a su cita semanal pero, como suele ocurrir, el proceso de rehabilitación no siempre se da en línea tan recta. De forma repentina Sofía dejó de asistir al PSA.
Tras la indagación de los motivos que llevaron a la joven a ese incumplimiento, la sorpresa para el equipo del Programa fue enterarse de que Sofía estaba embarazada. Aquel estado, de hecho, tenía a la muchacha muy contenta. Para ella, era una forma de resignificar su vida y tener la posibilidad de reparar todas las dolencias que había sufrido, el desamparo y el abandono de los que fue víctima desde temprana edad.
Desdicha y perseverancia
El destino, sin embargo, parecía depararle otro camino a la muchacha. Luego de dos meses de embarazo, y por segunda ocasión, Sofía perdió al bebé. Sin tener mucha claridad de la situación, la joven cayó en una desdicha tremenda.
En ese punto, también se ahondaron los conflictos reiterados con su pareja, ante el constante estrés de residir en el domicilio de su suegra, debido a la inseguridad que la casa de su padre generaba en ella. La joven sufrió no solo en su espíritu, sino ante múltiples riesgos, que la llevaron a aumentar peligrosamente el consumo de drogas.
La Sofía que todo el equipo del programa conocía hasta el momento: alegre y siempre con una actitud positiva, desapareció producto del consumo de fármacos y alcohol.
Sólo gracias a la perseverancia profesional y a la preocupación de la gente que trabajaba para regresarla por un sendero de bienestar personal y social, Sofía volvió a adherirse al cumplimiento de la medida judicial. Encontró en el programa un apoyo fundamental, indispensable cuando la familia como generador de afecto y cariño no se encuentra presente.
Estas acciones y muestras de atención fueron motivo para que la muchacha lograra atesorarlas y encontrar en ellas un significado potente. Fue el punto de partida para aprovechar cada instante del apoyo que el equipo y los profesionales encargados de su caso le brindan.
Sofía fue inscrita en una capacitación de Manicure en la Academia Mario Mezza, un área de su total gusto y que se ha convertido en una alternativa de vida. La joven no desaprovecha la oportunidad. Tanto así, que una vez finalizado el curso, se ha destacado por su compromiso, rendimiento y buenas relaciones con el resto de las jóvenes, socializando su propia experiencia resiliente.
Sofía, en la actualidad, se encuentra matriculada en la misma academia para iniciar la carrera de Estilista Profesional. El Programa cubre un cincuenta por ciento del total de los gastos como un premio al esfuerzo y constancia de esta valiente joven que, a pesar de las adversidades del destino, supo aprovechar las oportunidades que se le presentaron y que esta vez sí le generan una verdadera libertad como ser humano.