Es el mensaje del joven de iniciales M.B., exusuario del Programa Ambulatorio Intensivo de la Corporación de Desarrollo Social, quien casi lo pierde todo por culpa de las drogas y el alcohol. M.B., quiso escribir parte de su historia para que quienes se encuentren en su situación, sepan que con esfuerzo y apoyo, nada es imposible.

Soy exusuario del PAI (Libertad Vigilada) ACJ, ahora ya de alta terapéutica en fase de seguimiento. Para mí, entrar al tratamiento de mis adicciones marcó un antes y un después en mi vida. Desde menor que empecé a experimentar con drogas; primero de niño, fueron los cigarros y el trago, pero sólo de forma ocasional con los cabros más grandes. Sin embargo, mientras iba creciendo probé de todo: marihuana, pastillas, clona y pasta.
Al principio todo era parte de un juego, un pasatiempo. Era entretenido vacilar y sentirme bien con los efectos de la droga. Hasta cuando empecé a necesitar consumir frecuentemente, ahí me di cuenta que ya estaba atrapado. Pero no me importó, seguí para delante. Fui padre joven, esto me incentivó a buscar trabajo y mantener a mi nueva familia, pero lo que ganaba como soldador de oficio, lo gastaba en gran medida en el consumo de mis vicios, principalmente pasta base.
Luego vino mi segundo hijo, mi señora aguantó harto. Ya no llevaba plata al hogar: pega que hacía era para puro fumar, ya no llegaba a la casa y si llegaba era para buscar plata o algo para cambiar por pasta. En ocasiones, hasta la leche de mis hijos le lleve al traficante, los balones de gas tenían que esconderlos o ponerles llave para que no los sacara… mi mamita ya ni me contestaba el teléfono porque siempre era para pedirle plata.

LA ADICCIÓN Y LOS PRIMEROS PASOS PARA VENCERLA
Finalmente mi señora me dejó, vendí todo lo que tenía, me quedé literalmente con un puro colchón. Por mi apariencia, trabajo ya no me daban y en la casa de mis padres no me dejaban entrar. Sólo podía dormir en el antejardín, en una mediagua que había. Un día desesperado por plata empecé a salir con unos compañeros del barrio “a conseguir moneas” decíamos. En ese momento di otro paso, pero hacia el delito, lo que finalmente me llevó a pasar casi diez meses en prisión preventiva por robo con violencia y porte de armas. Por suerte me dieron la posibilidad de hacer mi pena en libertad, bajo la modalidad de libertad vigilada intensiva.
Ahí conocí a mi delegada del CRS de Concepción quien se dio cuenta que necesitaba ayuda profesional, para lograr manejar mi adicción a la pasta base. Ella me comentó que existía un centro terapéutico para personas con consumo problemático de drogas que atendía a los sentenciados a libertad vigilada. Me motivó a ingresar y me derivo para la Asociación Cristiana de Jóvenes, la ACJ como la conocemos todos.
Al principio medio dudoso asistí y me di cuenta que existía un posibilidad de salir adelante y decidí tomarla. No fue fácil, tuve varias recaídas fuertes y casi muero de intoxicación una vez que mi expareja me prohibió acercarme a mis hijos, pero los terapeutas siempre estuvieron ahí en los momentos complicados.
Finalmente solicité que me internaran y ellos hicieron todos los trámites para derivarme a un programa residencial, donde estuve ocho meses. Luego de mi alta de la comunidad terapéutica, volví al ambulatorio ACJ, donde me acogieron nuevamente a pesar de la pandemia, no me dejaron solo y me acompañaron en esta nueva etapa de mi vida.

Seguí en el programa durante casi un año más, me ayudaron a controlarme, manejar mi dinero, evitar recaídas, mantener un trabajo y lo más importante, me ayudaron a recuperar a mis hijos, ya adolescentes (13-15 años). Encontré trabajo estable en una empresa de mantenimiento e instalación de áreas verdes, donde mi jefe sabe mi historia y me apoyó para que mis horarios fueran compatibles con las atenciones presenciales.
Y por los protocolos sanitarios impuestos en pandemia pude conectarme tarde, después de la pega, tipo 20:00 horas y los profesionales del programa me atendían igual, a pesar de que ellos estuvieran ya en sus casas. De alguna forma, esto me motivó a seguir avanzando, ver como no me dejaron solo. Mejoré la relación con mi madre y hermanos, quienes me acogieron en casa y ya no me dejaban dormir en la mediagua, la desarmamos y me hice una pieza nueva, para empezar de nuevo.
Llevo más de un año y medio sin recaídas, tengo una nueva relación de pareja con una persona que conoce mi historia, se la presenté a mis terapeutas, ellos con sus consejos le han enseñado cómo tratarme en los momentos difíciles, sobre todo cuando me pongo inquieto y me cuesta dormir.
Ahora que tengo trabajo estable, puedo ayudar a mis hijos económicamente y he recuperado las visitas, salimos los fines de semana, hacemos deportes y tenemos una linda relación.
Finalmente el mes de enero del 2022, me dieron el alta terapéutica del programa y ahora me siento muy contento con la vida que llevo: sin vicios y lleno de amor. Agradezco a todos los profesionales con los que compartí. Y los motivo a no decaer y seguir ayudando a más personas a salir de ese maldito vicio, que me hizo caer y estar a punto de perderlo todo.
Muchas gracias.